martes, 19 de marzo de 2013

Capítulo 1 (fragmento) del libro sobre el Parkinson

Lo que no aprende por discernimiento,
se aprende por sufrimiento.
Carl Gustav Jung

El peor de los errores es hacer siempre lo mismo
y esperar resultados diferentes.
Albert Einstein


Aunque nada cambie,
si yo cambio, todo cambia.
Marcel Proust

CAPÍTULO 1.
AFRONTAR EL PARKINSON...CON ESPERANZAS

1.1. Unos instantes en que mi padre se "curó".

"Lo más sorprendente que vivimos en los casi 20 años de enfermedad de mi padre, nos ocurrió una mañana de julio de 2010, en un tiempo en que necesitaba ayuda para casi todo. Se levantó con agilidad y fue caminando por el corredor con paso ágil y firma, como si nunca hubiese tenido Parkinson. Regresó, se sentó y, un rato después, volvió a "apagarse". La expresión de su cara fue de tal felicidad durante esos instantes que no se borrará nunca de nuestra memoria"

Mi padre vivió esta experiencia como si de un sueño se tratara. La sensación de no tener enfermedad alguna, como muchos años atrás. Un sueño en que toda era posible. Esos instantes fueron algo maravilloso y, en parte, responsables de que haya escrito este libro.

A los dos nos vino inmediatamente a la mente el recuerdo de la increíble historia de Fátima, que habíamos leídos años antes (1999) en un libro escrito por un neurólogo granadino.

1.2. La "curación" de una mujer llamada Fátima.

Esta historia, que relata el Dr. Rafael González-Maldonado en su libro "El extraño caso del Dr. Parkinson" (págs. 198 y 199), nos extrañó tanto a mi padre y a mí, que formó parte de nuestras conversaciones a partir de entonces (1999):

En mi primer año de residencia atendí muchos pacientes pero ninguno recuerdo como a Fátima. Tenía cincuenta y cinco años aunque parecía una anciana a punto de extinguirse. Era, como la gran mayoría de nuestros enfermos, un ama de casa que sólo había conocido los limites de un territorio que ahora encontraba vacío, al igual que el saco de sus ilusiones. Una vez mas, una historia de depresiones, de apatía sexual, de rígida educación y, ahora, una fiel viudedad.

Hubiese pasado desapercibida en mi memoria si no hubiésemos coincidido, tres años después, en un vuelo a Isla Margarita. Fue ella quien me reconoció y mi sorpresa fue enorme cuando reparé en que aquella anciana parkinsoniana era ahora una mujer sana y vital, con una bella madurez a punto de explotar. Yo tenía problemas con la reserva de mi hotel y me invitó a su casa, donde descubrí el secreto de su curación.

Poco después de salir de mi hospital, Fátima había conocido casualmente a un venezolano de su edad, pintor y trotamundos que tenía una pequeña finca en Isla Margarita; compartían aficiones literarias y eso fue la excusa para largas conversaciones en cenas que sucedieron; él hizo renacer en ella una vitalidad antigua e incluso volvió a escribir cuentos como cuando era niña.

Fátima se olvidó de sus médicos occidentales, de sus amigos de España y le acompañó. Hoy siembran hortalizas, frutales y olorosas flores en sus jardines, y toman baños de sol sobre la hierba mojada. Duermen la siesta en una cama suspendida entre arboles y hacen el amor, entre sollozos y carcajadas, en diferentes y perfumados encuadres. Sus cenas se prolongan entre velas, buenos cigarrillos y algún porro, y las largas tertulias sólo ceden al amanecer".

Fátima ya no tiene Parkinson (o es como si no lo tuviese).

(Se trata de una ficción novelada que se inspira en detalles sumados de casos reales).

Lentamente, demasiado lentamente, aquella lectura comenzó a cambiar nuestra visión sobre el Parkinson. Mi padre solía referirse a ella a menudo.

Si no hubiese estado en este libro que valorábamos tanto, nos lo habríamos tomado a broma en aquella época, tanta era nuestra ignorancia, tantos nuestros prejuicios y desconocimiento. Aún así, la sorpresa fue enorme, desconcertante. No terminábamos de creerlo. Pensábamos que, en todo caso, sería algo único, excepcional.

Más adelante, con el paso de los años, acumulamos más experiencias e información, y oímos casos parecidos. Pero la sospecha de que algo muy importante se nos escapaba fue creciendo. Nuestra visión del Parkinson, limitada, convencional, era insuficiente.

(...)

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